Jhonatan hacía malabares con tres pelotitas a la vuelta de mi casa. Lo acompañaban dos hermanos más pequeños. Ocho años él, seis y cinco Tomás y Ezequiel. Con frío, con lluvia, los chiquitos buscaban su moneda diaria. Me acostumbré a verlos, a charlar con ellos, a darles algo. Durante muchos meses se repetía la rutina de la breve charla y el billete, hasta que un buen día no estaban. Al otro tampoco. Se sucedieron los días, las semanas y nada, no aparecían. Me preocupé, pensé que los habían arreado hacia algún siniestro patronato y comencé a averigüar. Los vecinos tampoco tenían noticias y así pasó un més.
Una mañana, saliendo de casa, veo un grupo de pibes con guardapolvo, entre ellos, Jhonatan. Me cruzé rápidamente: Cómo estás? estaba preocupado! no estás más en la esquina? - dije con ansiedad - No, lo que pasa es que mi viejo nos mandó al cole porque si no no cobra la plata del gobierno - me contestó Jhonatan. Una llamarada de alegría recorrió mi cuerpo: Y qué te gusta más? - pregunté - Nooo, el cole! - dijo con los ojitos llenos de vida.
Un pequeño milagro que lleva por nombre Asignación Universal por Hijo. Solo por esto no tengo dudas de en que vereda estar.
Guillermo
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