viernes, 19 de junio de 2009

Dime cómo manejas…

Hace ya unos años que se ha instalado el tema del tránsito en toda referencia que se haga de la ciudad. Esas cifras vacías de producción de automóviles que se difundían antes de la crisis mundial, cobran sentido a la hora de entrar o salir de la ciudad en horas pico. La cantidad de vehículos es impresionante. Largas colas se observan en los accesos y la demora es cada vez más angustiante. Y no transcurre un día sin que escuchemos por los medios de accidentes en esas vías. La cifra de muertes por accidentes de tránsito es la mas alta del mundo. Si bien la cantidad de autos y el tamaño de la ciudad son problemas sin solución, los accidentes son totalmente evitables. Por qué entonces ostentamos ese triste record?
En una pequeña acción puede vislumbrarse la totalidad de una personalidad. Con una actitud ante la vida se pone de manifiesto nuestra subjetividad: somos lo que hacemos. Manejar un automóvil no difiere en absoluto de manejar la vida. Por lo tanto, manejamos como vivimos. No somos distintos cuando subimos que cuando bajamos del auto, cuando caminamos o cuando conducimos. Somos la misma persona! Y no existen accidentes de tránsito si se respetan las normas que lo regulan, de lo que se desprende que hay accidentes porque vivimos incumpliendo las reglas. Si bien esto puede aplicarse a toda nuestra realidad, Cromagnon por ejemplo, solo vamos a referirnos aquí al tema del tránsito. Cuando cometemos una infracción, (pasar un semáforo en rojo por ejemplo) qué estamos diciendo? “yo soy el vivo y no me importan los demás” es lo que salta a la vista. “No me importa si con mi acción me perjudico y lo hago con otro”. Lamentablemente esta es la misma actitud con la que se vive. Tampoco nos importará el otro en el negocio, en la empresa, en el club, etc. Al que no le importa el otro cuando maneja su auto tampoco lo hará fuera de él. Y basta con repasar nuestra historia para ver como ésta actitud generalizada nos ha llevado a situaciones trágicas. Es parte del triunfo cultural del capitalismo: yo primero, el otro que espere. Yo soy el vivo el otro es el idiota. Y así escribimos nuestra historia.

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